Hemos entrado en el 2011 con un montón de buenos propósitos y los peores augurios: según los profesionales del catastrofismo, los próximos doce meses serán los más negros de la crisis y Catalunya se hundirá sin remedio en las aguas tempestuosas de un mundo cruelmente global y competitivo. Pero hay muchos ejemplos que permiten ser optimistas respecto al presente y al futuro de Catalunya.
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