Ayer fue un día grande para Francisco Correa. El don Vito de la Gürtel ha conseguido lo increíble en cualquier país civilizado: que el juez instructor que desveló su trama corrupta se siente antes que él en el banquillo de los acusados. Pero la causa del honesto Correa y sus cuates contra Baltasar Garzón –la primera de tres procesos judiciales lamentables– no sólo es vergonzosa por su valor simbólico. También es impresentable cuando se entra en los detalles.
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