La pandemia da sus últimos coletazos y los muertos por la enfermedad ya llevan muchos días tocando mínimos históricos. Huelga, por fin, reflexionar y sacar conclusiones sobre lo que un virus nos ha permitido descubrir acerca de nuestro sistema:
1º) Microeconomía en pandemia: la mayor parte de las personas de este país viven al día y, lo que es peor, también las empresas.
2º) Macroeconomía en pandemia: Existe una preferencia social, cultural y política del dinero sobre la vida. Especialmente en aquellos que creen profundamente en doctrinas que defienden el valor de la vida y que se inmiscuyen en la existencia de millones de mujeres y que en los momentos más duros de la pandemia, paradójicamente, presentaron la vida como un valor secundario frente a la defensa de empresas y estructuras macroeconómicas.
3º) Ley en pandemia: El orden está, mayoritariamente, al servicio de los que más tienen, no del conjunto de la ciudadanía. Por lo tanto, los que más tienen pueden desobedecer cuando quieran. Por ejemplo: salir a manifestarse sin respetar el estado de alarma fue una actitud lícita que contó con una laxitud policial escandalosa o no medicalizar las residencias, provocando más de 7000 muertos, no ha tenido ninguna consecuencia legal.
4º) Libertad en pandemia (parte 1ª): La libertad es un concepto subjetivo y no es tan importante que todos la puedan tener al mismo nivel, como que un sector de la sociedad, generalmente el más pudiente, pueda apoderarse de ella, disfrutarla y usarla como arma arrojadiza.
5º) Libertad en pandemia (parte 2ª): La libertad no es poder elegir libremente, es poder consumir libremente.
6º) Libertad en pandemia (parte 3ª): Para una gran mayoría la libertad individual es más importante que el derecho a la salud de 46 millones de personas.
7º) Libertad en pandemia (parte 4ª): Nos controlan a través de vacunas, fármacos y cuarentenas. Las redes sociales, la monitorización de nuestra navegación en internet, delo que vemos, de lo que compramos, de lo que escribimos, de lo que conversamos, de lo que elegimos, los sueldos infames, la precariedad, el precio de la vivienda...eso es necesario por el bien de la economía y no coarta nuestra libertad de decisión. Antes de la pandemia éramos libres, el virus es una herramienta de control y empobrecimiento.
8º) Patriotismo y Constitución en pandemia: el concepto de patria, de los valores constitucionales y todos sus valores esenciales solo pertenece a un sector ideológico de este país. Por eso tienen el derecho y el deber de socavar a un gobierno elegido democráticamente si ellos estiman que sus decisiones no se ajustan a la idea que ellos tienen de país, aunque, paradójicamente ello implique saltarse las leyes y animar al incumplimiento de la esencia más básica de los valores constitucionales.
9º) Liberalismo en pandemia: cuando las cosas van bien, el Estado debe adelgazarse y no debe inmiscuirse en la buena marcha de las empresas. Cuando las cosas van mal, el Estado debe apoyar/salvar a las empresas. El liberalismo es como un equilibrista que camina sobre una cuerda y el Estado debe ser su red. No hay alternativa económica a este sistema y todo el que diga lo contrario apoya el comunismo como forma de Estado. La gente, aquella que especialmente odia el concepto de Estado, es la que, cuando se encuentra en peligro, más exige al Estado. Las ayudas a los pobres son comunismo y son un incentivo que lastra la cultura del esfuerzo. Las ayudas a los ricos son perfectamente lícitas, hay que salvar siempre a aquellos que crean trabajo, que no a los que lo realizan. El coronavirus fue la causa. El neoliberalismo fue el catalizador. Nadie aprenderá de esto, como ocurrió en 2008. Ni los ciudadanos, ni sus gobernantes.
10º) Ciencia en pandemia: Ante una crisis aparecen expertos de debajo de las piedras y la gente prefiere escuchar a esos "expertos" que a aquellos que llevan décadas estudiando los motivos que causan esa crisis sanitaria y económica. La gente solo cree a aquellos "expertos" que dicen lo que ellos quieren oír. Entre la comodidad y la evidencia científica, la gente acaba eligiendo comodidad. Las crisis globales enaltecen las creencias y atacan las evidencias. La epidemia es un caldo de cultivo maravilloso para relativistas. pseudocientíficos y chiflados de los complots. Todo es un maquiavélico plan para mantenernos controlados, porque antes de la pandemia éramos profundamente libres e independientes.
11º) Solidaridad en pandemia: mucha gente se suma a gestos solidarios/simbólicos no tanto porque comparta su finalidad, sino porque les gusta participar en ellos o porque necesita de la compañía ajena para superar los malos momentos (los aplausos, por ejemplo, acabaron convirtiéndose en un acto social o de señalamiento, más que en un acto de agradecimiento).
Todos, absolutamente todos, somos incoherentes hasta en las cosas más esenciales. Pedir a los demás, lo que nosotros no damos, es el deporte nacional.
12º) Sociopatía en pandemia: hay un amplio sector de la sociedad que sufre de sociopatía y, curiosamente, muchos de ellos profesan una religión que tiene como pilar la necesidad de ponerse en la piel del otro. La pandemia exacerbó estás incoherencias hasta niveles nunca vistos.
13º) Deportes de masas en pandemia: el fútbol y los deportes de masas son un enorme circo que sirve para aglutinar y mantener al personal mirando al dedo del sabio. Por eso los gobiernos maniobraron para que regresasen cuanto antes y se activaron protocolos que así lo permitieron y que convirtieron a los futbolistas en ciudadanos privilegiados.
14º) Sanidad en pandemia: durante las primeras fases de la pandemia, la población española olvidó sus diferencias ideológicas para celebrar la importancia de la solidaridad que fundamenta la sanidad pública. Dos años después, todo se ha olvidado. Diversas comunidades vuelven a azotar presupuestariamente a la atención primaria y muchos sistemas sanitarios siguen en el alambre, azotados por la falta de médicos y unas condiciones laborales cada vez más precarias. No hemos aprendido nada.
15º) Democracia en pandemia: diversos políticos autonómicos son responsables de la muerte de miles de ancianos en la primera ola y los mecanismos de vigilancia legislativos han fallado estrepitosamente frente a esta tragedia. Además, algunos de ellos utilizaron la pandemia para lucrarse de forma directa o indirecta (a familiares o amigos). Eso no debería preocuparnos tantos, como el hecho de que estos no han perdido el apoyo de los que sufrieron la pandemia, sus votantes.
Han pasado ya más de dos años desde el principio de la pandemia y la conclusión es tan clara como dolorosa: ni tan siquiera la catástrofe social, económica y sanitaria más grande desde la Segunda Guerra Mundial nos ha permitido aprender nada.