Sueles hacerlo. Aprietas el paso cuando intuyes un vecino a tu espalda y el ascensor de frente. Subes rápido y presionas espasmódico el número de tu piso. Corre. Cierra. Ni siquiera sabes a quién dejaste en el vestíbulo. Qué más da. Ese regate no te lo quita nadie. Ocurre en los bloques modernos que cada cual va a lo suyo y contra el resto, no de forma premeditada, sino a consecuencia de un individualismo agresivo cercano a la misantropía. La comunidad de vecinos como espejo de una sociedad hermética. Como síntoma.
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