Mallorquí: En el Cyrano de Bergerac de Rostand un personaje llama “narizotas” al protagonista. Acto seguido, Cyrano pronuncia uno de los monólogos más brillantes de la literatura universal, enumerando las múltiples formas ingeniosas de burlarse de una gran nariz y lamentando que su oponente hubiese escogido algo tan vulgar como “narizotas”. A Cyrano no le ofendía el insulto de su oponente, sino su tosquedad. Pues algo parecido me sucede a mí con el tal Cuevas: no me ofende tanto su homofobia como la deprimente zafiedad con que la expresa.
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