Vi como todo comenzó a rodar por la oficina, vi a alguno de mis compañeros tropezando y cayendo al suelo y entonces cerré los ojos y pensé “esto es el fin”. A partir de ahí no se muy bien que me pasó, pero algo cambió. Ya no tenía miedo, la adrenalina ya no fluía, estaba calmado y con la mente más despejada que nunca. Comenzamos a salir todos de la oficina, en orden, ayudando a los que se caían, cogiendo todas las bolsas y chaquetas que me encontré de paso a la salida, y cogí mis zapatos y salí caminando hasta las escaleras en calcetines.
|
etiquetas: tokyo , japon , terremoto