Su trabajo era fusilar a niños y civiles capturados por los nazis. Después de la guerra, se las arregló para vivir tranquilamente en la Unión Soviética durante más de tres décadas, gozando de la fama de una respetada veterana de guerra. Makárova, mejor conocida como “Tonia, la chica de la ametralladora”, no siempre fue una asesina. Antes de colaborar con los nazis, hacía exactamente lo contrario: trabajar como enfermera en el Ejército Rojo, como voluntaria en el servicio de primera línea.
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