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Cómo traducir una verdad universalmente reconocida

Hay frases iniciales de libros que forman parte del disco duro imborrable de cualquier lector: «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme», «Nel mezzo del camin di nostra vita», «Las familias felices no tienen historia», «La heroica ciudad dormía la siesta», «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: es el suicidio»… Pues bien: con la frase inicial (o más bien iniciática) de Pride and Prejudice, Jane Austen le planteó un tremendo desafío a todos sus traductores.

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