Con la separación del líquido amniótico peninsular el español experimenta ese sentimiento al que tanto cantó Rosalía de Castro descrito como morriña. Todo evoca a la tierra, todo se cubre de un halo de melancolía costumbrista, todo es ingrato comparativamente. Y es por ello que el español no cambia su conducta por muy exótico o recóndito que sea el país al que se dirige. Cualquier individuo ibérico que se precie sigue en sus viajes una serie de pautas comunes:
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