La decisión de ganarle la partida a la locura, la soledad y la muerte --ellas, las únicas que lo rondaron con fervor durante sus más de ocho años de secuestro en la selva, hasta el domingo cuando se fugó-- llevaron al ex congresista colombiano Oscar Tulio Lizcano a desenterrar viejos palos y, evocando los días cuando dictaba clases en una universidad pública de Bogotá, darles nombres a los maderos y ceremoniosamente, dictarles clase de historia colombiana. Lo hacía también, para no olvidarse de hablar, pues sus captores le impedían comunicarse
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