Un fanático religioso llamado Robert Damiens iba a ser torturado y ejecutado por su intento de asesinar a Luis XV. En ese tiempo las ejecuciones tenían la intención de sacar al pueblo a las calles, era un espectáculo, todo un acontecimiento. Esta vez había mucha más razón pues el condenado había atentado contra el rey, y se consideraba un deber patriótico presenciar su tortura.
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