Hasta ahora, la mano era la que sujetaba el papel higiénico con el que nos limpiamos el ano, pero a alguien se le ha ocurrido inventar un brazo extensor, patentarlo y venderlo a través de las teletiendas norteamericanas. Gracias a él, al menos nos quedará la duda de si la mano que estrechamos, o que nos acaricia, es la misma que ha sujetado un frágil papel lleno de caquitas hace cinco minutos. Un nuevo paso en la evolución hacia las tres conchas de "Demolition man", y una opción cutre-crisis para quien no posea váter electrónico a la japonesa.
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