Las consecuencias de la crisis económica trascienden ya al núcleo familiar más cercano. A los comedores sociales comienzan a acudir no solo padres en paro con sus hijos, sino que el desempleo empieza a arrastrar a los abuelos. Las visitas a estas organizaciones de gente que no responde al prototipo de persona en riesgo de exclusión son cada vez más habituales. La ayuda la solicitan familias enteras, desde nietos a abuelos, que comparten mesa en las cocinas económicas para poder llegar a fin de mes, aseguran fuentes de los bancos de alimentos
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