La caída de tres fragmentos de casi un metro cuadrado no ha impedido la apertura del monumento, pero ha puesto al descubierto el estado de conservación de su estructura interna, que ha sufrido transformaciones químicas a causa de la contaminación y las vibraciones sonoras provocadas por el tráfico o los grandes conciertos. Una mutación por la que el carbonato cálcico se convierte en sulfato cálcico, que algunos consideran "el cáncer de la piedra".
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