La escena se repite tres días a la semana en Canaletes. Un grupo reparte comida “caliente” a las nueve de la noche. Ayer había arroz, pollo y legumbres. Lo acompañaron con un bocadillo de carne y mandarinas. Les esperaban 100 personas. Muchos sin techo, pero también gente que alquila habitaciones y carece de dinero para alimentarse. “Sin ellos hoy no habría comido”, decía Manuel. “Además te escuchan”, añadía Amparo, jubilada de 66 años, que cobra 350 euros de pensión y se deja la mitad en ortopedia.
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