A principios de los años 90 la nueva Rusia heredó el programa soviético Energía-Burán, el más complejo y caro de la historia de la cosmonáutica. El Energía era además el cohete más grande en servicio y a diferencia de su malogrado antecesor, el cohete lunar N1, había sido diseñado para ser transportado en grandes piezas desde las fábricas hasta el cosmódromo de Baikonur.
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