Soy hombre y hay cosas de las que preferiría no hablar, que a mis 35 años preferiría esconder y esperar a que desaparezcan con el tiempo. Como que en ocasiones tengo sexo con la presión de demostrar que soy “suficientemente hombre”, o que con frecuencia evito intimar para no salir herido. O que a veces no tengo erecciones o eyaculo más rápido de lo que quiero. Hay traumas e ideas que afectan mi vida sexual desde que soy adolescente, conflictos que solo he hablado en terapia o que incluso he callado por años.
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