-Oye, ¡cuánto tiempo sin vernos! -Sí, ya era hora que echáramos unas cervezas y charláramos. -¿Cómo te va? -No me puedo quejar. Sigo aún con el taller en el pueblo. ¿Y tú? -Bueno, pasé por el tribunal médico y me dieron la invalidez gracias a Juan Sola, el abogado del pueblo, pero sigo atendiendo el negocio con mi mujer aquí en la capital.
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