La ministra de Cultura ha dejado claro que su lucidez es incluso inferior a la esperada y que su cociente intelectual roza casi los dramáticos niveles que en algunos casos preceden a la muerte súbita. González-Sinde podía haber desempeñado su cargo con discretas pinceladas de esa inteligencia automática y puntual que mismo tienen los erizos, pero con el pretexto de la manida igualdad de género se ha empeñado en tomar decisiones cuya irresponsabilidad pueden traerle como consecuencia el desprecio de la opinión pública y, lo que es peor...
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