La repugnancia social que provocan los malos tratos contiene un filo muy oscuro que, finalmente, al único que favorece es al agresor que ha hinchado a su pareja a vejaciones y palizas. Salen impunes del castigo impuesto después del largo y dolorosísimo proceso judicial para la víctima al no haber suficientes plazas para cumplir las jornadas de trabajo en beneficio de la comunidad que es la pena que se les impone.
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