Dicen que cuando Tuenti se cae, los gritos de las quinceañeras resuenan como en una película de terror de serie B: no pueden chatear y cotillear sobre las fotos de sus amigas durante horas, una forma de tortura digital inconcebible hoy en día. Cuando es Twitter el que muerde el polvo, como sucedió a menudo durante sus comienzos son los geeks los que corren histéricos a sus teclados para retransmitir en directo cada minuto del armagedón digital a través de sus blogs, otros sitios de microblogging o enviando la noticia del drama a los peródicos.
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