Hacia finales del siglo XIII, con la aparición de los yelmos cerrados que cubrían completamente la cabeza y el rostro de los combatientes, se hizo necesario un método para identificarse unos a otros, que no era plan de apiolar al cuñado y tener luego que darle explicaciones a la parienta para convencerla de que no lo odiaba, sino que simplemente lo había confundido con un enemigo.
|
etiquetas: medievo , caballeria , cimera , amo del castillo , historia