Estas 3.000 hectáreas, una tercera parte de los arrozales en Cataluña, anegadas de agua salada han derivado en la desaparición de cosechas por valor de 4 millones de euros. A la pérdida física de terreno se suma la preocupación por el futuro del cultivo del arroz, ya que peligra la cosecha de este 2020 y de las temporadas siguientes. Jordi Margalef, uno de los arroceros afectados, ha explicado que habrá que drenar toda el agua acumulada y valorar las afectaciones.
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