En Abril de 1937, muchos años antes de que EE.UU. entrase de lleno en la guerra, el Coronel Paul Logan acudió a una reunión con la mayor productora de chocolate de norteamerica, Hershey. Tenía un encargo claro y conciso, crear una barrita de chocolate. Pero debía cumplir cuatro condiciones: su peso debía ser de 112gr, debía aportar un alto valor energético, debía ser capaz de soportar altas temperaturas y tener un sabor "algo mejor que el de una patata hervida" (así se reservaría para situaciones de vida o muerte).
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