China ha puesto en marcha medidas para gestionar la avalancha de extranjeros que acuden al país atraídos por la emergencia de su economía, huyendo de la crisis global. Entre ellas, leyes para expulsar y deportar a los extranjeros que permanecen o trabajan de forma ilegal en su territorio, o limitar las contrataciones a aquéllos que hablen chino. Muchos de los que llegan son occidentales, a pesar de que los españoles que trabajan allí cuentan que los sueldos no son altos (por ejemplo, 700€ al cambio un arquitecto) pero dicen preferirlo al paro.
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