Cuando se construyó, a mediados de los 70, la chimenea de la central eléctrica de carbón de Trbovlje, en Eslovenia, era simplemente eso: un colosal conducto de 360 metros diseñado para expulsar humo y hollín a suficiente altura como para que se alejase del valle. Hoy las cosas son bastante distintas y aquella enorme estructura ha pasado a convertirse en una atracción para turistas, un icono industrial y un paraíso de la escalada extrema.
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