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Las chicas drogadas me provocan ternura

La tuve que sostener de un brazo porque al subir el último escalón se resbaló y estuvo a punto de rodar por la escalera. Mientras con una mano la sostenía, con la otra abrí la puerta. Cerré con un patadón y arrastré su cuerpo bamboleante hasta el sillón. Dejó caer un pequeño bolso a su lado y allí se derrumbó adormecida. Apoyé la llave sobre el aparador y solo me dediqué a observarla. Soy Marcela, me abrís?, había oído por el auricular del portero eléctrico pocos minutos antes. No dudé en bajar...

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