Cuando ganó las últimas elecciones generales, Rajoy debió de pensar que la mayoría absoluta era un cheque en blanco para hacer durante cuatro años lo que le diera la gana. Y desde entonces se ha pasado por el forro, una tras otra, todas sus promesas: desde la bajada de impuestos hasta la preservación de los gastos sociales. Por eso, dieciocho meses después, puede decirse sin miedo al error que la campaña previa a la victoria del PP en 2011 fue uno de los mayores fraudes políticos de la reciente historia de España.
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