En 2012 se conmemora el bicentenario del nacimiento del clásico que nos enseñó a creer en el ser humano. Mendigos, codiciosos, jefes explotadores y niños indefensos sobreviven en medio de unas calles londinenses llenas de podredumbre y miseria. Ese es el escenario desolador de las novelas de Charles Dickens (1812-1870). Tan repugnante como si ahora, en el siglo XXI, y salvando las distancias del alcantarillado, miráramos a esta Europa que se cae a pedazos en bienestar.
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