Las mujeres chinas que ejercen la prostitución no buscan clientes en las calles, sino que viven en jaulas sin rejas, invisibilizadas: desde chalets y pisos privados a centros de masajes y uñas. Las mafias "tienen un control superestrecho del núcleo familiar" de la víctima y saben que, si ellas se escapan o denuncian, serán sus seres queridos quienes lo 'pagarán' en su país de origen. A diferencia de otras redes organizadas, el 'modus operandi' de la prostitución china es "oculto", explica Teresa Madueño, profesora de Filosofía moral
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