El cerebro de los niños que han sufrido o convivido con la violencia en sus hogares reacciona con mayor facilidad frente a las amenazas externas. Esta adaptación les mantiene fuera de peligro pero les hace más vulnerables ante problemas de salud mental que puedan sufrir en el futuro, como la ansiedad o el estrés.Investigadores ingleses han realizado un estudio donde explican que cuando un niño ha vivido en un ambiente violento dentro de su familia, su cerebro se vuelve cada vez más ‘atento’ ante posibles amenazas.
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