La vida en el pequeño municipio de Aliaga (Teruel) entrañaba vagonetas llenas de carbón, plazas ennegrecidas por hollín y un humo denso visible desde varios kilómetros a la redonda. La prosperidad de este enclave dependía de las bocanadas de un gigante de hierro y ladrillo que fue la primera fábrica de electricidad a partir del carbón en España, y durante años el complejo energético más grande del país. Consumió durante tres décadas el carbón de las minas turolenses hasta que en 1982 se decretó que su misión era lo suficientemente poco rentable
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