En el año 2008, un estudio sobre la composición genética de la población de la Península Ibérica arrojaba un resultado sorprendente. El estudio, realizado a partir de muestras de ADN de 1.140 voluntarios españoles y portugueses, confirmaba la huella genética dejada por los colonizadores musulmantes y los judíos que se instalaron en la Península durante la Edad Media. En términos globales, un 10,6 % de la población hispano-portuguesa presentaba marcadores genéticos de origen norteafricano y un 19,8 % era portador de genes judeo-sefardíes.
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