De nada le valió estar en un espacio protegido, confinada en un recinto custodiado por la guardería de la Reserva Regional de Caza de la Sierra de la Culebra. Su compañero, un macho desconfiado, huyó al oírlos llegar. Pero ella no. Ella se acercó y los cobardes de dos patas la tirotearon a placer. Su cuerpo ensangrentado quedó abandonado en el suelo: sólo querían matarla.
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