Ante la crisis se multiplican los reclamos para vender. Y un anglicismo se va colando en el vocabulario del consumidor: outlet. En el imaginario colectivo, suena a producto de marca a buen precio. Pero ese vocablo es un cajón de sastre: lo mismo se aplica a una auténtica ciudad de las compras como La Roca Village o como al rincón de una pequeña zapatería de Ribé que venda muy rebajado algo pasado de temporada. Cualquiera puede colgar un letrero de outlet en su puerta. Y en los ejes comerciales de Barcelona, proliferan como setas. Es legal.
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