Cuando Adrián tenía un año y medio, los médicos se dieron cuenta de que su bazo tenía el mismo tamaño que el de una persona adulta y que la anemia que presentaba era demasiado severa. “La culpa la tiene el gen de la enzima b-glucocerebrosidasa que, en el caso de Adrián, altera las funciones normales del bazo”. Pero puede afectar al hígado (provocando una cirrosis o cicatrización del órgano) o a la médula ósea (mermando su calidad de vida) y sólo se puede diagnosticar si se demuestra la deficiencia de la enzima...
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