El grafiti comienza en España cuando Muelle, la firma que Juan Carlos Argüello (1965-1995) expandió por la ciudad de Madrid, agarró un spray a principios de los ochenta. En eso los expertos en la materia no muestran dudas. Lo que no tienen tan claro es cómo convencer a las instituciones públicas de que aquella pintada personal, que luchaba contra las firmas comerciales en una ciudad abarrotada de publicidad, es parte de la historia del país y de sus expresiones culturales.
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