Muchas grandes corporaciones están íntimamente ligadas a la personalidad de su gran patrón a lo largo de años o décadas. En caso de crisis, el máximo responsable puede recurrir a cortar cabezas de los supuestos culpables del escándalo para salvar la propia o, si la cosa no es tan grave, a un cambio de imagen corporativa. Sólo cuando la crisis alcanza niveles de catástrofe, hay que tirar a lo más alto y pensar en lo impensable. Para salvar a la empresa, es necesario que el presidente acepte la alternativa de la retirada. H
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