Es curioso cómo se puede pasar del desprecio movido por el miedo, a los intentos de seducción. Eso es lo que está pasando con los partidos de izquierda tradicionales y los movimientos sociales de “¡Democracia Ya¡”. Los movimientos espontáneos causan recelos en quienes suponen que todo tiene que tener razones ocultas; y tiene la lógica en la perversión de un sistema que es todo menos transparente.
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