Se descubre que el grafeno es capaz de reducir drásticamente la tasa de desgaste y el coeficiente de fricción (COF) del acero. Las reducciones marcadas en la fricción y el desgaste se atribuyen a la naturaleza altamente protectora del grafeno, lo que también impidió la oxidación de las superficies de acero al desplazar superficies en contacto. Se proponen las superficies monocapa de grafeno como lubricante sólido.
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