Francisco Camps (Valencia, 1962) lo tenía todo. Miraba feliz desde la ventana cómo los patos chapoteaban en su piscina. Pero un buen día, era 2009, los patos se pusieron a volar. Descifrar quién es de verdad Camps no es sencillo. Es un hombre sin carisma, pero cuenta con una habilidad que en política debe de ser una gran ventaja: se comporta exactamente igual en jornadas de gloria que cuando le va muy mal.
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