Según cuentan, entre los siglos XVII y XX la senda por la que transita nuestro recorrido tenía el uso exclusivo de una siniestra comitiva que se encargaba de recuperar a los cadáveres de los serranos fallecidos en el interior de la sierra. Cuando se sabía de alguna muerte, cuando se hechaba a alguien en falta en su aldea duarte determinado tiempo, un grupo de encapuchados salían desde La Iruela en busca del desafortunado.
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