Y sobre todo, la ejemplaridad de los gobernantes. Si como alecciona un adagio francés, al que me he referido en más de una ocasión, el pescado se pudre por la cabeza, para terminar con la corrupción de la que la cabeza ha contagiado a las instituciones y a la sociedad, ha de comenzarse por sanear la cabeza mediante la eliminación de sus partes podridas.
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