Cuando Hindi al-Bidairi se planteó en el 2006 la simple apertura de una cafetería atendida por camareras sin velo sus amigos la intentaron disuadir con un argumento concluyente. “Me dijeron que era una locura, que me matarían los extremistas”, recuerda en el recinto de la capital iraquí. Pese a que su iniciativa tuvo que esperar 4 años, el el pasado mes de abril consiguió abrir el habitáculo, instalado en la última planta del Hotel Saba.
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