Regresemos por un momento a finales de los años 90: los jóvenes escuchaban cedés en unos por entonces flamantes Discman. Utilizaban el teléfono fijo –más bien el teléfono a secas, no había más– para llamar a sus amigos. Se conectaban a internet gracias a un módem de 56k frente a un cabezudo ordenador de sobremesa. Resolvían las cuentas más difíciles en clase con una calculadora científica, seguramente de la marca Casio.
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