La tele e internet aún estaba por inventar, así que Adán y Eva se dedicaron a estrenar el noble arte de tener hijos. Tuvieron bastantes, aunque conocidos, conocidos, sólo tuvieron dos. Uno se llamó Caín, y nunca consiguió comprender porqué también le castigaban a él (y a toda la raza humana) por una (¡única!) falta cometida por sus padres. ¡¿Qué culpa tenía él?! El otro se llamaba Abel y era un lameculos de mucho cuidado.
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