Portugal sufre una grave crisis económica que ha obligado a su Gobierno a poner en marcha un drástico plan de contención del gasto público y de aumento de impuestos, que han colocado al país a las puertas de la recesión. La falta de confianza de los mercados en su recuperación económica mantiene, además, la refinanciación de la deuda soberana lusa bajo la presión de los intereses más altos de los últimos quince años, superiores al 7 por ciento.
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