Los Juegos Mediterráneos de Tarragona, que se inauguraron el pasado viernes, están derivando en una sensación de fracaso organizativo considerable. Las gradas de los eventos deportivos están en su mayoría vacías y se han protagonizado ya algunos momentos esperpénticos durante las ceremonias de entrega de medallas por problemas logísticos o, directamente, por la ausencia de autoridades. Además, el conflicto político en Cataluña está ejerciendo una sombra alargada sobre el evento, que no atrae ningún interés mediático, al coincidir con el Mundial
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