En efecto, cuando estos grandes mamíferos espiran, arrojan CO2 a la atmósfera por su espiráculo contribuyendo a las emisiones de gas invernadero, como todo hijo de vecino. Sin embargo, un reciente estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B y realizado con cachalotes del Océano Antártico, muestra que estos cetáceos pagan con creces su cuota de emisiones cada vez que defecan.
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