La difteria es una enfermedad que, afortunadamente, sólo conocemos por las vacunas. Hace apenas cien años la situación era muy distinta. Entonces, si eras un niño de entre 2 y 14 años era la principal causa de muerte. No existía aún vacuna y los médicos se centraron en bloquear el efecto de la toxina. Y ahí es donde aparecieron los caballos. Estos animales podían producir grandes cantidades de antitoxina. De ellos se extrajo el valioso suero. Literalmente se dejaron la vida por sus dueños, a cambio la mitad de los pacientes conseguía salvarse.
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